jueves, 10 de octubre de 2013

¡Allí se sentaba "Lagartijo"!

¡Allí se sentaba "Lagartijo"!
(Publicado por Burladero.com, junio de 2000)

 Jorge Arturo Díaz Reyes
 
Qunito II corta sus últimas dos orejas a los 80 años

 Caía la noche del 2 de junio. Abellán se había ido por la puerta grande, sin torear pero feliz, con la taleguilla y su muslo izquierdo agujereados. "Polvorillo", el tercero, de Domingo Hernández, negro, listón y cornidelantero, con sus 565 encastados kilos era el culpable.

"Zotoluco", en cambio, medio pitado y medio ignorado, no había sabido repetir el triunfo del 22 de mayo. Y Fran Rivera, valentón e inesperadamente ovacionado y saludado por el no muy afectuoso público, podía sentirse bien servido.

Caía la noche. La multitud fluía por todos los costados de la plaza, sin la euforia de las grandes tardes. -Pero, claro, no por falta de orejas, ni por culpa del remendado encierro. Además del cuero hay que poner el arte- iba yo diciendo.

Enfriaba. La boca del metro se atascaba de gente y en la esquina de Alcalá y Camba también había gran congestión. Siempre es igual en San Isidro.

Lentamente, con "Quinito II" viejo torero, (colombiano desde hace 70 años y madrileño desde hace 50), y  "Loperita", curtido periodista, habitual de la Feria, seguimos caminando y conversando hasta el "Café & Té" de la plaza Manuel Becerra. El tema era la corrida. Más que la corrida, lo que se premió en ella. 

-Dos faenas vehementes, atropelladas, enganchadas, desligadas, voltereteadas, plenas de rodillazos y efectos, sin más norte que la recompensa, no debían merecer la puerta grande de Las Ventas- alegaba yo. El carajillo hispanoamericano (brandy español y café de Colombia), me había puesto locuaz.

-!Qué va, hombre! Se la ganó. El muchacho expuso valiente, incluso, herido, mató a sus dos toros decorosamente. Aquí  no es fácil- me refunfuñó "Quinito", con sentimiento gremial.

-En una Feria tan larga, después de tanta corrida sosa, era lógico que las ansias de Abellán conmovieran a la mayoría, que pidió la oreja tras cada faena.- Medió Loperita.   

Las posiciones estaban asumidas y la conversación en punto muerto. Por darle coba, pregunté a "Quino", quien farolea con historias de toreros, donde quedaba la "Cervecería Inglesa", que hace 130 años fue cuartel general de "Lagartijo" y sus lagartijistas.

-Camine, lo llevo- me contestó.

A media noche, llegamos a una perfumería de la calle Sevilla, entre Alcalá y San Jerónimo. Estaba cerrada. Empinándose por una ventana, el pequeño "Quino", mostró las decoradas columnas interiores, asegurándonos que eran las mismas de la época, y, de pronto, como si lo hubiese visto, apuntó a una de ellas con el dedo, exclamando entusiasmado - ¡Allí, allí se sentaba "Lagartijo"!-

Días después, en "Los Gabrieles", buscando una segunda oportunidad, quise reabrir la discusión, "Peloncho", el hijo de Pepe Dominguín, el sobrino de Luis Miguel, el primo de Fran Rivera etc. etc., me cortó de una sentenciando:

-¡Nada! "Quino" tiene razón. En el toreo, el valor llena y el arte rellena -

Ya no insistí ¿Para qué?

Pero imaginé a "Lagartijo", con su cabeza imperial, sentado en la "Cervecería Inglesa" (hoy perfumería), rodeado por los fieles que habían hecho de su valentía y de su arte un solo credo, y que para proclamarlo exageraban este último, ufanándose hasta de pagar gustosos las entradas así solo fuera por el placer estético de verle hacer el paseíllo.

He seguido sin cambiar de opinión.

Jorge Arturo Díaz Reyes, Madrid, junio de 2000

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