¡Allí se sentaba "Lagartijo"!
(Publicado
por Burladero.com, junio de 2000)
Qunito II corta sus últimas dos orejas a los 80 años
"Zotoluco",
en cambio, medio pitado y medio ignorado, no había sabido repetir el triunfo
del 22 de mayo. Y Fran Rivera, valentón e inesperadamente ovacionado y
saludado por el no muy afectuoso público, podía sentirse bien servido.
Caía
la noche. La multitud fluía por todos los costados de la plaza, sin la euforia
de las grandes tardes. -Pero, claro, no por falta de orejas, ni por culpa del
remendado encierro. Además del cuero hay que poner el arte- iba yo diciendo.
Enfriaba.
La boca del metro se atascaba de gente y en la esquina de Alcalá y Camba
también había gran congestión. Siempre es igual en San Isidro.
Lentamente,
con "Quinito II" viejo
torero, (colombiano desde hace 70 años y madrileño desde hace 50), y "Loperita",
curtido periodista, habitual de la Feria, seguimos caminando y conversando
hasta el "Café & Té" de la plaza Manuel Becerra. El tema era la
corrida. Más que la corrida, lo que se premió en ella.
-Dos
faenas vehementes, atropelladas, enganchadas, desligadas, voltereteadas, plenas
de rodillazos y efectos, sin más norte que la recompensa, no debían merecer la
puerta grande de Las Ventas- alegaba yo. El carajillo hispanoamericano
(brandy español y café de Colombia), me había puesto locuaz.
-!Qué
va, hombre! Se la ganó. El muchacho expuso valiente, incluso, herido, mató a
sus dos toros decorosamente. Aquí no es
fácil- me refunfuñó "Quinito", con sentimiento gremial.
-En
una Feria tan larga, después de tanta corrida sosa, era lógico que las ansias
de Abellán conmovieran a la mayoría, que pidió la oreja tras cada
faena.- Medió Loperita.
Las
posiciones estaban asumidas y la conversación en punto muerto. Por darle coba,
pregunté a "Quino", quien farolea con historias de toreros, donde
quedaba la "Cervecería Inglesa", que hace 130 años fue cuartel
general de "Lagartijo" y sus lagartijistas.
-Camine,
lo llevo- me contestó.
A
media noche, llegamos a una perfumería de la calle Sevilla, entre Alcalá y San
Jerónimo. Estaba cerrada. Empinándose por una ventana, el pequeño
"Quino", mostró las decoradas columnas interiores, asegurándonos que
eran las mismas de la época, y, de pronto, como si lo hubiese visto, apuntó a
una de ellas con el dedo, exclamando entusiasmado - ¡Allí, allí se sentaba
"Lagartijo"!-
Días
después, en "Los Gabrieles", buscando una segunda oportunidad, quise
reabrir la discusión, "Peloncho", el hijo de Pepe Dominguín, el
sobrino de Luis Miguel, el primo de Fran Rivera etc. etc., me cortó de una
sentenciando:
-¡Nada! "Quino" tiene razón. En el toreo,
el valor llena y el arte rellena -
Ya no insistí ¿Para qué?
Pero imaginé a "Lagartijo", con su cabeza
imperial, sentado en la "Cervecería Inglesa" (hoy perfumería),
rodeado por los fieles que habían hecho de su valentía y de su arte un solo
credo, y que para proclamarlo exageraban este último, ufanándose hasta de pagar
gustosos las entradas así solo fuera por el placer estético de verle hacer el
paseíllo.
He seguido sin cambiar de opinión.
Jorge
Arturo Díaz Reyes, Madrid, junio de 2000
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