martes, 8 de octubre de 2013

El viejo y el cartel


9 de junio de 2000


El viejo y el cartel

(Publicado por Burladero.com)


El viejo, bastante viejo, no estaba en buena situación, era evidente. Pero debió haberlo estado en alguna época. Un cierto estilo se adivinaba tras de su pobre aspecto; flaco, barba cana de varios días, gesto triste, abrigo raído y zapatos gastados. Hablaba correctamente, aunque bajo, como vergonzante de su desmedro, sosteniendo con las dos manos un antiguo cartel enmarcado.

De Cibeles arriba, sobre la margen izquierda del Paseo de la Castellana, montan, todos los mayos, la Feria del Libro Antiguo y de Ocasión, una delicia para quienes venimos a Madrid, por las corridas de San Isidro y amamos los libros. Qué bueno es ir por las mañanas a husmear, a manosear, a hojear, y de pronto a comprar. Hay cosas maravillosas, releídas quien sabe cuantas veces, quien sabe donde, quien sabe por quien. Libros con pasado. Ajados periódicos y revistas gritando la última noticia de acontecimientos que ya son historia y cuyo desenlace final y consecuencias, entonces insospechados, ahora conocemos de sobra.

El viejo hablaba con el dueño, explicaba. Yo, que no puedo resistirme a un cartel de toros, menos si es antiguo, trataba de oír sin ser advertido, mientras examinaba, o mejor,  fingía examinar, el amarillento número 272 de "Clarín" con el joven Nicanor Villalta en la portada y en las páginas interiores, el matrimonio del apuesto matador Cayetano Ordóñez y la bella artista Consuelo Araujo, en la capilla del Cristo de Medinaceli.

Era una mañana soleada pero fresca, los clientes curioseaban como hormigas entre los anaqueles y las mesas, bajo la mirada rapaz de los libreros. Estos, que tienen con los libros una fría relación, comercial, muy diferente a la enamorada, reverente y fetichista de los bibliófilos, aguardaban la oportunidad, el negocio; a más demanda, mayor precio, y viceversa.

El viejo decía: - El cartel es original. Era de mi padre,  yo fui con él a la corrida, lo he guardado en mi casa todos estos años -

- Está caro - replicó el librero, examinándolo con minuciosidad profesional.

- Vale más - insistía el viejo - Aunque no lo vendo por el dinero.

- ¿No? ¿Entonces, por qué lo vende?

- Mis hijos me llevarán a un asilo, ellos no son aficionados, a donde voy no tendré sitio para él, pronto moriré y no se que pasará con mi cartel. No tengo a quien dejarlo. Si usted lo compra, alguien después vendrá y pagará un precio alto, si lo hace lo apreciará y mi cartel quedará en buenas manos -

- Le daré siete mil pesetas, nada más.

- Bien.

El viejo tomó los billetes y se fue lentamente, sin mirar atrás, como quien sale del cementerio dejando un ser querido; se me ocurrió. El comerciante, con una sonrisa  ladina, contempló su compra por unos segundos, después descolgó un poster de la película "Lo que el viento se llevó" (ese rojo en el que Clark Gable besa por siempre a Vivian Leight) y puso allí el cartel. Me miró y se dio cuenta de que yo había observado todo. No dijimos nada.

Solo en aquel momento pude acercarme y leerlo. Era el de la corrida inaugural de "Las Ventas" en 1931. La de los ocho hierros y los ocho espadas. Si la historia del viejo era real, ese cartel había sido durante los últimos sesenta y nueve años de su vida, la imagen y el recuerdo más familiares. No fui capaz, por vergüenza, de preguntar cual era el nuevo precio. Dadas las circunstancias no me lo hubiesen dicho.

Al otro día volví a pasar frente al quiosco. El dueño se notaba muy animado, el cartel ya no estaba.


© Burladero.com,  Madrid, Octubre 2000

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