La vida infeliz del
torero “Padilla”
Jorge
Arturo Díaz Reyes
Hora del sorteo, primera de feria en la Macarena de Medellín,
corrida de Achury Viejo. Mientras “los de confianza” lotean, recorro el patio, saludo amigos, miro
recuerdos colgados en la pared encalada. Son pocos y a la intemperie.
Uno me llama, evoca viejas y trágicas lecturas. Es un pequeño
cartel rosa, enmarcado y con vidrio, difícil de leer por lo alto y porque que
refleja el sol.
Me empino, me esfuerzo, le tomo una foto con el
teléfono para estudiarlo. Anuncia un solo torero, no en esta plaza, en la de Bogotá.
Circo de San Diego, donde ahora queda la Santamaría. La “deslumbrante y
espléndida corrida” será el 27 de enero de 1907 a las cuatro de la tarde.
Apuesto, de luces y cuerpo entero, con la montera en la
mano derecha y el capote en la izquierda, el matador Ángel García Padilla, en
realidad Ángel García de la Flor “Padilla”, sonríe ambiguamente, quizá
desafiante, quizá despectivo, quizá triste.
Se anuncia con “Seis hermosos y bravos toros escobalunos de la
ganadería de Belisario Esponda” que dedica al excelentísimo señor presidente de
la República, toda la cúpula del gobierno, todo el cuerpo diplomático y todo el
notablato con sus altos cargos y nombres. “A su beneficio” (propio), informa
honesto.
Sevillano, trianero por más señas, tiene treinta y seis
años, viene de México y Perú a donde la falta de contratos en España le arrojó
poco después de que en Madrid, Mazzantini y “Bonarillo” le dieran alternativa
el 18 de septiembre de 1897, con toros de Miura. “Rabituerto”, ensabanado, bocinero, calcetero, correoso y playero se
llamaba el que le amargó la ceremonia.
Los pueblos más que las capitales han sido su ruta. Es
que las cosas no le han salido tan bien de torero como de novillero. Ya tiene
treinta y seis años, casado en Llerena y con hijos. Airoso con la capa, certero
con la espada, pero torpe con la muleta, la realidad ha recortado sus ilusiones
juveniles, mas no sabe aun lo que le aguarda.
Poco después lo intentará de nuevo en su tierra. Dos
corridas sin éxito en La Maestranza y de nuevo América. Lima, una reyerta, un
muerto, la huida a Madrid, la clandestinidad, el bigote, el rostro desfigurado
a propósito, el anonimato, el olvido, el amor adúltero fracasado, la intención
de acabar con los dos, con todo, y finalmente un tiro en la cabeza. Calle Jacometrezo
número 59, 17 de diciembre de 1913. La corrida de Achury salió seria, como para
Padilla.
Gracias mi apreciado Dr Jorge Arturo, por esas remembranzas históricas !! increible 1907 !! y pensar que tanta HISTORIA TAURINA, la ha querido acabar de un plumazo el Intransigente Alcalde Petro, que ademas de no hacer sus obras bien, no respeta las minorías, y hasta donde nos ha llevado con la negación a acatar el Marco Jurídico Colombiano......pero El Todo Poderoso nos permitirá rescatar Nuestra Catedral Taurina de Colombia...la Plaza De Toros La Santamaría de Bogotá.. Saludo Afectuoso: Rodrigo González Caicedo.
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